DJUNA BARNES Y EL BOSQUE DE LA NOCHE

318 492 Rosario Tovar

Djuna Barnes forma parte de ese tipo de escritoras que terminan convirtiéndose a su vez en personaje literario; no en vano se la considera, por su vida y estilismo, la Garbo de la literatura. Su obra, especialmente El bosque de la noche (Nightwood, 1936), nos lleva irremediablemente a su biografía, y la lectura de su biografía conduce irremediablemente a El bosque de la noche.  Y digo irremediablemente porque aquellas personas que han leído esta novela y han quedado atrapadas en ese estilo brillante, inteligente, satírico y lleno de poesía bella y brutal en la disección del sentimiento trágico de la pérdida, no quedarán satisfechas hasta averiguar los porqués que surgen tras su lectura. Y la respuesta a estas preguntas se encuentra en su biografía.

Djuna nace en 1892 en Nueva York, en el seno de una familia moralmente atípica. Su padre fue filósofo y bígamo. Su abuela -periodista, sufragista y defensora de la filosofía del amor libre- la instruyó en la poesía, el periodismo y el dibujo; posiblemente también en el sexo, a tenor de las cartas que se conservan. Los avatares familiares en su juventud (incluida una violación por parte del cuñado de su padre y consentida por éste) llevarían a Djuna a retratar cruelmente a su familia en The antiphon y dan cierta luz al carácter complejo de su obra, pues Barnes es una escritora fundamentalmente autobiográfica.

Djuna comienza su carrera como periodista, siendo considerada pionera del estilo periodístico-literario conocido como New York Style, formando parte del grupo de Greenwich Village. Tras su viaje a Francia en 1921 se integra en  la Rive Gauche parisiense, comunidad de escritoras y artistas que retrataría satíricamente en Ladies almanack. Djuna escribió este libro-divertimento para pagar los gastos de hospital de su amante, Thelma Wood, cuya relación, o mejor ruptura, daría como fruto su obra cumbre, El bosque de la noche. Ésta, considerada hoy como una obra del culto, contó con defensores entusiastas como T.S. Elliot, James Joyce y Dylan Thomas; pero también con encarnizados detractores, como Ezra Pound.

En la novela, en un ambiente aristocrático, bohemio y decadente, tres personajes abandonados por la misma mujer, Robin Vote –esencia del abandono en sí misma-, deambulan como fantasmas en torno a la figura extravagante del Doctor Mathew O’connor, que se convierte en muro de lamentaciones, confidente y filósofo que desmenuza e ilustra con sus parlamentos los entresijos más oscuros del dolor. No en vano son sus conversaciones a base de soliloquios con Nora Flood –personaje que representa a la propia Djuna- las partes más brillantes y de mayor intensidad poética y trágica de la obra.

…”Estamos llenos hasta la garganta de los nombres que damos al sufrimiento. La vida, el pasado en el que la noche selecciona y mastica el alimento que nutre nuestra desesperación. La vida, el permiso para conocer a la muerte. Nosotros fuimos creados a fin de que la Tierra pudiera advertir su sabor inhumano, y el amor, a fin de que el cuerpo sea tan querido que hasta la misma Tierra gima con él.”

 

Barnes trasciende el dolor de la pérdida del amor para entrar en un segundo tema presente siempre en el discurso, la búsqueda religiosa. En la obra, la naturaleza humana es oscura y

grotesca, forma parte de “los trucos de Dios”.  Pero la novela también es sátira aguda y caricatura demoledora, en la que Djuna Barnes muestra su gran habilidad retratista –literaria y gráfica-. Todo ello conducido por un lenguaje ágil, certero, inteligente (afilado como un cuchillo a veces); pero también lleno de figuras poéticas y de una complejidad que en muchos casos no hace de ella una obra de lectura fácil.

Para terminar y para quien quiera profundizar en la figura de esta enigmática mujer, recomendar también su mejor biografía, la publicada por Phillip Herring: Djuna Barnes. Barcelona, Circe, 1997.