Entrevista realizada a Rosario Tovar por Ángel Moreno publicada originalmente en Huétor-Vega Gráfico
Charo -yo te voy a llamar Charo, aunque sé porque me lo has contado que eso es sólo para los amigos, Chari para la familia y Rosario para todo lo demás-, colabora con Huétor Vega Gráfico desde hace 31 años, que se dice pronto, desde el 87. Comenzó con algún relato corto, incluso alguna poesía, y luego fue aportando artículos sobre Huétor. Poco a poco se fue involucrando en el equipo de redacción y aquí sigue. Como decana, diría yo.
Quizá por eso, desde hace algunos -muchos- años suele ser la encargada de las editoriales, el primer texto que se lee al abrir las páginas que tienes en las manos, y que algunas veces gusta más, o menos, pero siempre a mi criterio con agudeza en la pluma. No es casualidad, creo: estamos hablando de una escritora en el sentido formal. ¡Este año publica una novelaza de las gordas, de 500 páginas! Pero trataremos esto más adelante.
Casi lo primero que le pregunté fue algo como: Eres una lectora empedernida, ¿se siente una obligada a devolver al pueblo algo de lo que ha leído? Y nos cuenta:
R.T.: Depende de la perspectiva de lo que se escribe y para quién. En mi caso, cuando escribo para la revista, escribo para el pueblo. Mis interlocutores son los vecinos, con los que posiblemente conectaré en mayor o menor medida según el grado de identificación que logre con el sentir de Huétor. Cuando escribía poesía lo hacía para mí; si a la gente le gustaba, genial, pero según mi punto de vista, la poesía es un juego solitario. Y la novela es otro mundo, y nunca mejor dicho, es como una realidad virtual que das vida en la cabeza y que sólo cobra sentido cuando la plasmas, la compartes y otros la disfrutan al leerla como tú al escribirla. Necesita del lector para cerrar el ciclo.
A.M.: ¿Qué te lleva a comenzar a escribir? Y de paso ¿Qué tipo de cosas? Imagino que se empieza por el relato breve…
Pues a mí me llevó a escribir una adolescencia complicada en lo emocional y la necesidad imperiosa de desahogar la mente, aunque fuera con un bolígrafo y un papel, para no perder el norte. Lo que empezó como un ejercicio casi de salud mental se convirtió en un hábito, y si al hábito le sumas una imaginación que me habla a gritos, pues surgen los relatos. Las emociones terminaron en poemas, y luego, cuando me convertí en un ser social y algo comprometido, surgieron los artículos. La novela ya es otra cosa, fundamentalmente un reto y una aventura apasionante.
A.M.: Diarios… Recuerdo con cariño a nuestro compañero José Miguel Casado y su blog en Internet… Una forma accesible hoy día de publicar, ¿qué piensas de esto?
Si en vez de haber nacido en la década de los 60, hubiera nacido después del año 2000, posiblemente habría terminado por escribir en una página de Facebook o en un blog, pero no es el caso, y me cuesta comunicarme con las redes sociales. Recuerdo mucho a José Miguel Casado; él lo tenía más claro, y ahí está su blog… Lo echo de menos, para mí era un pilar en la revista; me identificaba mucho con su visión del mundo.
Respecto a Internet, facilita mucho la visibilidad del que escribe si sabe moverse en la red. Pero me resulta más interesante incluso el papel de la autopublicación a través de plataformas como CreateSpace o Amazon, que al menos facilitan a los autores la publicación de sus obras sin perder el control de las ventas y con unas regalías más justas. Es que están proliferando muchas editoriales de autopublicación que están haciendo negocio con las expectativas de los autores por ver editada su obra, para luego dejarlos colgados.
A.M.: Tu novela está a punto de salir a la venta, y no es pequeña -40 capítulos, me dices-, ¿es la primera?
No, es la segunda, pero es la más ambiciosa, seria y currada. Es una ficción histórica de la época de los últimos visigodos, y me ha llevado mucho tiempo documentarme. He tardado casi dos años -tiene más de 500 páginas-. Lo curioso es que elegí ese período porque pensaba que no había mucha documentación al respecto y no se conocía demasiado, lo que me daría margen para moverme en ella sin meter demasiado la pata. Estaba equivocadísima. La época no es muy conocida, pero sí que hay muchos estudios sobre ella. Afortunadamente trabajo en la Biblioteca Universitaria de Granada y he contado con todos sus recursos de información para documentarme. Un verdadero privilegio, la verdad. Con esos recursos y con la ayuda de las Etimologías de San Isidoro, que he tenido en la mesita de noche durante más de un año para evitar anacronismos, creo que históricamente está bien retratada.
A.M.: ¿Sobre qué trata?
La novela trata los acontecimientos que sucedieron en la primera década del siglo VIII, pero no de primera mano, sino que se van refiriendo a través de las vidas ficticias de unos personajes que se ven afectados por ellos. También aparecen novelados algunos personajes históricos que tuvieron un papel principal en ese período, como Oppas, el dux Teodomiro o Abd al-Aziz ibn Musa; y algunos hechos concretos documentados por fuentes de la época. Aunque la novela es histórica, no es académica. Es muy visual, muy cinematográfica, por así decirlo, y se centra más en las peripecias de sus protagonistas que en la parte histórica en sí misma. Pero en resumen es una historia, diría que original, de amistad, de amor y de resistencia ante los avatares de la vida. Y engancha, engancha muchísimo desde el primer capítulo, te lo aseguro.
A.M.: Parece tener mucha trama. Siempre me ha producido curiosidad: ¿construyes primero un guión, sabes qué va a pasar? ¿Qué metodología usas para crear ese universo?
Sí, elaboro un guión con los personajes y el argumento principal de la historia. Luego elaboro el esquema con los capítulos, que viene a ser el armazón con los puntos clave (el argumento tiene muchos giros). El estudio de los acontecimientos históricos que se dieron en ese período me da la base, el escenario y el relleno para conducir a mis personajes, pues me permite imaginarlos en situaciones concretas que pudieron suceder en la época. Después, todo empieza a rodar y los mismos personajes me van contando la historia (risas).
A.M.: Un trabajo tan amplio tiene que tener varios detalles curiosos durante su recorrido, ¿nos cuentas uno?
Pues que se ha gestado por entregas, como los folletines del siglo XIX, sin ser la intención… Cuando escribí los primeros capítulos, los pasé a un grupo de amigas y compañeras de la Universidad para que me dieran su opinión crítica, y se engancharon con la historia de tal manera que me han traído loca para que les pasara los siguientes según los iba escribiendo. La verdad es que han sido las que más me han motivado para terminarla y publicarla. Son mi grupo de “Lectoras beta”, y les doy las gracias desde aquí también (las menciono, por supuesto, en los agradecimientos de la novela).
A.M.: ¿Y alguna anécdota relacionada con Huétor?
La historia sucede en diversos lugares: Granada, Toledo, inmediaciones de Cabra, y Orihuela; pero una de las localizaciones está en Huétor. Concretamente en el Puente del Río y el Zute. Tenía que ubicar una villa hispanovisigoda en la vega de Eliberri, y qué mejor que en la zona donde me crié. Ha sido apasionante imaginarme cómo serían estas tierras en el año 713. Otra anécdota es que le hago un pequeño homenaje a mi madre, hueteña de la Umbría, recreando un episodio de su adolescencia sobre la cría de unos cerditos. El libro también está dedicado a ella.
A.M.: ¡Vaya! Tendré que leerla, esa localización que elegiste está cerca de mi casa (risas). ¿Tenemos que prepararnos para esperar más historias relacionadas?
Probablemente sí. Mi intención es hacer una trilogía sobre el tema de la caída del reino visigodo, que se llamaría “Tan breve la gloria”, parafraseando a San Isidoro; sin ser una sucesión estrictamente temporal ni repetir el protagonismo de los personajes. El segundo libro, si lo concluyo, trataría el sitio y la rendición de Emerita, tema que llevo ya unos meses empapándome religiosamente. Iré actualizando toda esta información en la web rosariotovar.com.
A.M.: Muchas gracias, Charo. Creo que a la gente del pueblo les agradará conocer todos estos detalles. Sé de primera mano que hay grandes lectoras -por ejemplo, mi madre, inspiradora para mí como cuentas que fue la tuya en tu camino- y seguro que tienes las primeras ventas aseguradas. Quisiera terminar este descubrimiento que estamos haciendo también con una cita de San Isidoro, al que pareces leer con cierto ‘fervor’: «El odio no se quita con el tormento, ni se expía por el martirio, ni se borra con sangre derramada». Y lo quiero relacionar con tu artículo Un banco arcoiris, que he podido leer en esta misma edición: ¿Podrías comentarnos aquí, donde te estamos conociendo más personalmente, tu intención al escribirlo?
El artículo no es ni más ni menos que lo que refleja, ni siquiera tenía la intención de escribirlo, pero me salió solo. No conocía la historia hasta que leí los titulares del Ideal Huétor-Vega y flipé porque en el pueblo se celebrara un acto en defensa del colectivo LGTBI. Estoy acostumbrada de verlos en Granada, pero ¡en Huetor!; y luego flipé más porque alguien mostrara de alguna manera su desacuerdo boicoteándolo, aunque lo hiciera contra unas siglas políticas, vete tú a saber; pero entiendo que el símbolo del banco no tiene que ver con la política, sino con el respeto y la convivencia que merece el colectivo. Y no pude evitar verlo como un reflejo de todos los prejuicios que habitualmente sufre.
Ángel Luis Moreno del Paso